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lunes, 1 de junio de 2009

LA ESPERANZA:

No es fingir que no existen los problemas. Es la confianza de saber que éstos no son eternos, que las heridas curarán y las dificultades se superarán.

Es tener fe.

Es una fuente de fortaleza y renovación en nuestro interior que nos guiará desde la oscuridad hacia la luz:
Ø Cuando el amor de tu vida no te quiere.
Ø Cuando la llamada que esperas nunca llega.
Ø Cuando no consigues el trabajo que deseas.
Ø Cuando no recibes la invitación que esperabas.
Ø El mensaje no es que te lo mereces.
Ø El mensaje no es que no eres importante.
Ø El mensaje es que tú mereces algo mejor.

Cuando sientas decepción por no recibir lo que deseas o esperas, no lo veas como rechazado o mala suerte… simplemente piensa que es una gran oportunidad a algo mucho mejor de lo que esperabas.

Es que la vida está hecha de millones de momentos, vividos de maneras diferentes. Algunos buscamos amor, paz y armonía, otros sobrevivimos día a día.

Día a día tenemos ese poder, gozando cada momento y regocijándonos con cada sueño, porque cada día es nuevo flamante y podemos empezar de nuevo y realizar todos nuestros sueños. Cada día es nuevo y si lo vivimos plenamente podremos realmente gozar de la vida y vivirla a plenitud…

LA SABIDURÍA DE UNA MADRE

Un día mi madre me preguntó cuál era la parte más importante del cuerpo. A través de los años trataría de buscar la respuesta. Cuando era más joven, pensé que el sonido era muy importante para nosotros, por eso dije “mis oídos mamá”.

Ella dijo: No, muchas personas son sordas y se las arreglan perfectamente. Pero sigue pensando, te preguntaré de nuevo.

Varios años pasaron antes de que ella lo hiciera. Desde aquella primera vez, había creído encontrar la respuesta correcta. Y es así le dije: Mamá, la vista es muy importante para todos, entonces deben ser nuestros “ojos”.

Ella me miró y dijo: Estás aprendiendo rápidamente, pero no es la respuesta correcta, porque hay muchas personas que son ciegas y salen adelante sin ellos.
Continué pensando cuál era la respuesta correcta. A través de los años, mi madre me preguntó un par de veces más y ante mis respuestas la suya era: No, pero estás poniéndote más inteligente con los años, pronto acertarás.

El año pasado, mi abuelo murió. Todos estábamos dolidos. Lloramos. Incluso mi padre lloró. Recuerdo esto sobre todo porqué fue la segunda vez que lo vi llorar.

Mi madre me miraba cuando fue el momento de dar el adiós final al abuelo. Entonces me preguntó: hijo, “¿No sabes aún cuál es la parte más importante del cuerpo?”.

Me asusté cuando me preguntó justo en ese momento, siempre había creído que ese era un juego entre ella y yo, pero ella vio la confusión en mi cara y me dijo, “esta pregunta es muy importante”. Para cada respuesta que me diste en el pasado, te dije que estabas equivocado y te dije el por qué, pero hoy es el día que debes saberlo. Ella me miraba como sólo una madre suele hacerlo.

Vi sus ojos llenos de lágrimas y la abracé. Fue entonces cuando apoyada en mí, me dijo. “Hijo, la parte más importante del cuerpo es el hombro”. Todos necesitamos un hombro para llorar algún día en la vida, hijo mío”.

Le pregunté: ¿Es porqué sostiene mi cabeza?, y ella respondió, “No, es porque puede sostener la cabeza de un ser amado o de un amigo cuando llora”. Todos necesitamos un hombro para llorar algún día en la vida, hijo mío.

Sólo espero que tengas amos y amigos, así siempre tendrás un hombro donde llorar, cuando lo necesites, como ahora necesito del tuyo.

LAS TRES REJAS

El joven discípulo de un filósofo sabio llega a casa de éste y le dice:

- Maestro, un amigo tuyo estuvo hablando de ti con malevolencia…

- ¡Espera! – Lo interrumpe el filósofo - ¿Ya hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a contarme?

- ¿Las tres rejas?

- Si, la primera es la verdad. ¿Estás seguro de lo que tienes que decirme es absolutamente cierto?

- No, lo oí comentar a unos vecinos.

- Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad. ¿Esto que deseas decirme, es bueno para alguien?

- No, en realidad no. Al contrario…

- Ah, vaya. La última reja es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?

- A decir verdad, no.

Entonces – dijo el sabio sonriendo – si no es verdadero, ni bueno ni necesario, sepultémoslo en el olvido.


“NO ANDARÁS CHISMEANDO ENTRE TU PUEBLO”

Levítico 19:1

DIEZ CONSEJOS DE COMO ECHAR A PERDER A UN HIJO

01. Comience a dar a su hijo (a) durante su infancia todo lo que quiera; así crecerá con la falsa idea de que todo el mundo tiene que servirlo.

02. Cuando aprenda malas palabras celébrele “el chiste”; así creerá que es “muy gracioso (a)” y lo estimulará a aprender otras GROSERÍAS que le sacarán a usted de quicio en unos años más.

03. Nunca le de educación espiritual; espere a que su “niño (a)” cumpla 21 años para que “decida por si mismo”.

04. Evite usted el uso de la palabra “malo” o “pecado”; podría crearle un complejo de “culpabilidad”.

05. Recoja todo lo que su hijo (a) deja tirado: libros, ropa para que “aprenda bien” a dejar toda la responsabilidad a los demás.

06. Déjele leer historietas, noveluchas, pornografía y cuanta cosa en sus manos; así su cerebro, lleno de inmundicia se “desarrollará sin perjuicios”.

07. Tenga demasiadas “untas” por las noches y riña con su cónyuge en presencia de sus hijos (as); así estos no sentirán el “terrible choque” cuando sobrevenga el divorcio o separación.

08. Déle todo el dinero que le pida y cúmplale sus caprichos; al negárselos podría crearle un complejo de “frustración”.

09. Póngase siempre de su parte contra los vecinos, profesores y cuando venga el caso, contra la policía; todas esas personas tienen “mala idea” de su hijo (a).

10. Nunca se preocupe por darle buen ejemplo y cuando alguien le busque a usted y no quiera ser interrumpido, ordénele que diga que “no está” para que desde pequeño (a) aprenda a “salir de apuros”.

Luego de seguir al pie de la letra estas instrucciones, prepárese para una vida “de tranquilidad”. Usted se la merece. Y cuando su niño (a) sea un delincuente o un mal elemento para la sociedad, apresúrese a exclamar: “¿Qué pecado habré cometido, DIOS MIO, para merecer esto?”.

PLEGARIA DE LOS HIJOS

No me des todo lo que pida. A veces yo sólo pido para ver hasta cuanto puedo obtener.

No me des siempre órdenes; si en vez de órdenes me pidieras las cosas, las haría más rápido y con más gusto.

Cumple las promesas malas o buenas. Si me prometes un premio; pero también si es un castigo.

No me compares con nadie, especialmente con mi hermano (a). Si tú me haces lucir peor que los demás entonces seré yo quien sufra.

No corrijas mis faltas delante de otros. Enséñame a mejorar cuando estemos solos.

No me grites. Te respeto menos cuando lo haces y me enseñas a gritar a mí también y yo no puedo hacerlo.

Déjame valerme por mi mismo. Si tú haces todo por mi, nunca aprenderé.

No digas mentiras en mí delante, ni las pida que las diga por ti, aunque sea para sacarte de un apuro. Me haces sentir mal y perder la fe en lo que me dices.

Cuando haga algo malo no me exijas que te diga “el porqué” lo hice. A veces ni yo mismo lo se.

Cuando estés equivocado en algo, admítelo y crecerá la opinión que tengo de ti y me enseñarás a admitir también mis equivocaciones.

No me digas que haga una cosa si tú no lo haces. Aprenderé y haré siempre lo que tu hagas, aunque no lo digas, pero nunca lo que tú digas y no lo hagas.

Enséñame a conocer y amar a DIOS; pero de nada vale si veo que ustedes no conocen ni aman a DIOS.

Cuando te cuente un problema mío no me digas: “no tengo tiempo para boberías” o “eso no tiene importancia”, trata de comprenderme y ayudarme, quiéreme y dímelo. Me gusta oírtelo decir, aunque no creas necesario decírmelo.